lunes, 18 de octubre de 2021

18-0 LA REVOLUCION FRUSTRADA.



El estallido social de octubre del 2019 nos dejó varias lecciones sobre cómo se desarrolla la lucha de clases, movilizaciones que no veíamos desde las protestas nacionales de 1983 contra la dictadura cívico militar. Fuimos testigos de cómo la acumulación del descontento expresadas en diversas movilizaciones por reivindicaciones concretas, siendo las más emblemáticas: La Revolución Pingüina (2006), las protestas contra las termoeléctricas (2010), NO+AFP (2017), fueron tomadas por la socialdemocracia y el Partido Comunista con la promesa de llevarlas al parlamento y darles una solución institucional, pero que terminaron en discusiones eternas hasta desaparecer. Descontento y frustración que se acumuló por años hasta estallar en una ola que hizo temblar el sistema capitalista, finalmente la acumulación de las demandas insatisfechas dio un salto cualitativo sacando a la calle a millones en todo el país.

 

El desarrollo de las movilizaciones partió de manera espontánea sin una dirección visible, fue obvio el rechazo a cualquier tipo de organización y partido político, una reacción natural después de años de manipulación de las demandas populares para su beneficio, en el caso del PC usándolo como moneda de cambio para obtener cuotas de poder.

 

Por su parte la izquierda demostró su incapacidad para dirigir un proceso revolucionario, ya sea por la falta de una propuesta programática que interpretara al pueblo o por la escasa presencia en los sindicatos y territorios, plegándose al final del proceso sin ninguna influencia. El protagonismo lo tomaron los jóvenes organizados en “La Primera línea” y las “Brigadas de Primeros Auxilios” formadas por trabajadores de la Salud y estudiantes, si bien estas estructuración  espontanea jugaron un papel importante no pasaron la etapa de resistencia, luego del finde las protestas y su disolución, derivaron en la formación de múltiples grupos políticos de carácter inorgánico sin una propuesta clara, solo la reivindicación del Estallido Social y la preparación del próximo alzamiento popular.

 

La falta de dirección proletaria fue clave para que el Estallido Social no se convirtiera una situación revolucionaria, la participación de los sindicatos fue casi nula, condición fundamental para avanzar en un proceso de radicalización y enfrentamiento contra el Estado Burgués. Por el contrario, la Mesa Social formada en su mayoría por los gremios de los trabajadores públicos y sindicatos controlados por la burocracia sindical de la Central Única de Trabajadores en manos del Partido Socialista y el Partido Comunista, trataron de convertirse en los interlocutores validos de la protesta para dialogar con el Gobierno Empresarial de Piñera, pero su desprestigio entre los trabajadores y el pueblo hizo fracasar sus planes.

 

Finalmente el movimiento ya desgastado y desacreditado ante el pueblo por la acción violenta sin sentido de grupos anarquistas mesclados con el lumpen, permitió que Piñera fuera rescatado del caos por todos los partidos representados en el parlamento, llamando a una Convención Constitucional, o sea, una Asamblea Constituyente de fantasía, a la que finalmente suscribe el PC y a la que poco a poco se fueron sumando los partidos de izquierda, que en un principio se opusieron a la Convención levantando la Asamblea Constituyente. Y otros que aspiran a reemplazar al PC como líder de la izquierda en el juego electoral, sumándose a la campaña del APRUEBO postulándose como candidatos a la Convención Constitucional sin ningún resultado, volviendo a levantar la Asamblea Constituyente como verdadera instancia democrática, demostrando su falta de coherencia e incapacidad de proponer una alternativa al pueblo.

 

Después de dos años de vivir bajo la dictadura de Piñera, disfrazada por la pandemia COVID-19, que a través del Estado de Excepción y Catástrofe, ha permitido contener cualquier tipo de protesta, la entrega de bonos focalizados en los sectores propensos a manifestarse de forma violenta, la presión económica y política contra el movimiento sindical, así como el retiro de los fondos de pensiones para paliar la crisis, haciendo que los trabajadores se metan la mano al bolsillo y poder sobrevivir, a logrado dominar la situación, transformando en un recuerdo el Estallido Social para la mayoría y pasando a segundo plano la Convención Constitucional, opacada por escándalos éticos y falta de organización,  frente a la discusión de los nuevos retiros de las AFP y las elecciones presidenciales.

 

Estos factores muestran la capacidad de reinvención y sobrevivencia del sistema capitalista, sobre todo por el apoyo de la Social Democracia, no solo expresada en la Ex Concertación, sino también en el Frente Amplio y el Partido Comunista, que terminaron avalando el proceso constituyente y en el caso del FA, las leyes represivas contra el pueblo en lucha, lo que permitió descomprimir la presión social, encauzando la rebeldía popular nuevamente hacia el aparato burocrático empresarial que domina al Congreso.

 

Otra parte de la izquierda revolucionaria se niega a aceptar esta derrota y trata de revivir el Estallido Social con llamamientos a protestas nacionales que no tienen respuesta y que terminan en barricadas donde la población no participa. Es necesario entender que los procesos sociales no se repiten, las alzas revolucionarias corresponden a situaciones político, económicas e históricas concretas, que no pueden ser trasplantadas. Seguir con la idea de revivir un proceso revolucionario por la sola voluntad no llevara al pueblo nuevamente a las calles. Entender este proceso es fundamental para empezar a construir una alternativa revolucionaria y avanzar hacia un Gobierno Popular, que lleve a los trabajadores al poder y detenga cualquier intento de los monopolios y el imperialismo de derribarlo.

 

 

Las lecciones son claras, siempre es el proletariado, los trabajadores quienes deben dirigir el proceso revolucionario ya sea durante la etapa democrático-burguesa con el Gobierno Popular hasta el enfrentamiento directo con la burguesía en la Revolución Democrática Popular.  Sin esta dirección organizada en un partido de vanguardia formado por los trabajadores conscientes, guiados por el marxismo-leninismo, sin la formación de un Frente Revolucionario que abarque a todos los sectores del pueblo, es inviable conquistar el poder.

 

La historia del movimiento obrero en Chile ha sido testigo en más de una ocasión de esta falencia. “la Protesta de la Chaucha” 1949, durante la dictadura de Gonzales Videla, declaro el Estado de Sitio con un saldo de 30 muertos, la protesta se disolvió a los dos días. “La Batalla de Santiago” durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, saco al Ejército a la calle provocando veinte muertos. El “Golpe cívico-militar de 1973” que termino con el proyecto del Gobierno Popular de Salvador Allende. Las “Protestas Nacionales” 1983, que saco a millones de chilenos a la calle y dio paso a la formación de grupos de autodefensa armados, los que no lograron derribar a la dictara por la influencia de la teoría del “Foco Guerrillero”, que los alejo de la insurrección popular.

 

Todos estos acontecimientos que pudieron convertirse en una revolución que llevara a los trabajadores al, poder y a desplazar definitivamente a la burguesía, terminaron en fracaso. En todos estos casos el papel de vanguardia la cumplía el Partido Comunista, que se negó ha asumir su papel y al camino de la insurrección opuso la conciliación de clases.

 

 

Hoy, luego de dos de los acontecimientos del 18 de octubre de 2019. Analizando en profundidad su desarrollo, clímax y termino, las conclusiones son claras.

Nuestro trabajo debe estar enfocado en la organización de los trabajadores en sindicatos clasistas con vocación de poder.

 

Debemos terminar con el sectarismo que impide avanzar a la izquierda a la conformación de un frente revolucionario, que se convierta en alternativa real para los trabajadores y el pueblo.

 

El movimiento social quedo fragmentado luego del 18-O, es tarea de la izquierda revolucionaria volver a encauzar el movimiento popular en un proyecto de cambio radical, hacia el Gobierno Popular y la Revolución Democrática Popular.

 

Este trabajo no será fácil ni a corto plazo, pero es absolutamente necesario para salir del letargo, el aislamiento de los trabajadores y construir la alternativa que destruya el Estado Capitalista.

 

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