viernes, 29 de abril de 2022


 

Manifiesto del 1 de Mayo

¡Frente a la crisis, la revolución social!

¡Ante la guerra de las potencias imperialistas, la lucha revolucionaria para poner fin al dominio del capital!

 

En medio de un mundo en el que los problemas económicos, políticos y sociales se profundizan, y los dueños del gran capital descargan sobre clase obrera y los pueblos los efectos de la crisis del sistema capitalista, la conmemoración del Primero de Mayo se convierte en la ocasión para que los explotados y oprimidos de todos los países hagan escuchar su voz de reclamo por los problemas que los afectan y su decisión inquebrantable de continuar su lucha por la emancipación social.

El afán de los monopolios y los países capitalistas-imperialistas por conquistar nuevos mercados y ampliar sus zonas de influencia, ha provocado el estallido de una nueva guerra de carácter interimperialista que tiene como escenario Ucrania. Allí están en juego los intereses de las potencias capitalistas–imperialistas agrupadas en la Unión Europea y la OTAN, capitaneadas por el imperialismo estadounidense, por un lado, y por otro lado está el imperialismo ruso —no menos agresivo y rapaz que las antes mencionadas.

En las disputas político–militares de las potencias imperialistas y los dueños del gran capital, no podemos tomar partido a favor de una u otra potencia o bloque que promueve el odio y la guerra, pues, por su naturaleza son enemigos de los pueblos y los denunciamos como tales; tomamos posición junto a la clase obrera y los pueblos y, en esta circunstancia particular, expresamos nuestra solidaridad con los trabajadores, la juventud y el pueblo de Ucrania que se encuentran en medio de las disputas interimperialistas y son víctimas de la guerra. Rechazamos las políticas guerreristas de Rusia y de la OTAN capitaneada por EE UU

En general, la burguesía internacional tiene declarada una guerra en contra de los trabajadores y los pueblos, que se manifiesta en las políticas estatales que aplica — supuestamente— para reactivar la economía de los países y atender las necesidades sociales, pero en realidad busca precautelar los intereses de los poderosos grupos económicos y garantizar sus altas tasas de ganancia. Gobiernos neoliberales, conservadores y socialdemócratas por igual golpean los derechos de los trabajadores, criminalizan la protesta social, aprueban salarios de hambre, mantienen a millones de hombres y mujeres en la desocupación; sus políticas aplicadas para hacer frente a la crisis económica que estalló el año 2020 y a la pandemia del Covid 19 dejaron en claro que, para la burguesía, por sobre todo está el «sacrosanto» capital.

Cada día, el capitalismo lleva a millones de personas a vivir en la pobreza y en la pobreza extrema, en la desocupación y el subempleo; millones abandonan sus territorios y países huyendo de esos problemas y de la violencia, de la inseguridad, de la guerra, esperanzados en rehacer sus vidas en otras tierras, mas, chocan con políticas anti-migratorias y xenófobas, con discursos y violencia racistas promovidos por organizaciones de extrema derecha y fascistas que toman fuerza en algunos países.

La otra cara es la opulencia de los ricos. En medio de la crisis y de la pandemia el proceso de concentración y centralización de la riqueza en pocas manos ha llegado a niveles mayores, es decir, las fortunas de los milmillonarios han crecido y han surgido también nuevos millonarios, la brecha que separa a pobres y ricos, a explotados y explotadores se ha ampliado; pero también ha aumentado la distancia que separa a los países dependientes de los países capitalistas más desarrollados y, por supuesto, de las potencias imperialistas. La desigualdad económica y social cada día es mayor.

Pero los trabajadores de la ciudad y el campo, la juventud y las mujeres de los sectores populares, los sin empleo y los sin techo, ambientalistas y artistas no aceptan esta situación como un mal con el que están condenados a vivir para siempre: el descontento se transforma en rechazo y el rechazo se manifiesta en la lucha. Son protagonistas de importantes manifestaciones de protesta en contra de las políticas restrictivas aplicadas por los gobiernos, en contra del encarecimiento del costo de la vida y de los bajos salarios, en contra de los planes neoliberales, exigen sus derechos, defienden la naturaleza y se oponen a las políticas extractivistas, luchan por el agua, por educación, por salud, contra el pago de la deuda externa, etc… Pelean contra los males del capitalismo y anhelan un cambio, sin embargo, con frecuencia son víctimas de la demagogia de fuerzas políticas de derecha y de supuesta izquierda, que manipulan los sentimientos del pueblo para asegurar la estabilidad del sistema y la «gobernabilidad» burguesa.

¡Frente a la crisis, la revolución social! ¡Ante la guerra de las potencias imperialistas, la lucha revolucionaria para poner fin al dominio del capital! Esa es la alternativa que la clase obrera y los pueblos tienen para conquistar la emancipación social.

La Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista–Leninistas –CIPOML– llama a los trabajadores de todo el mundo para que, este Primero de Mayo, junto a las reivindicaciones y exigencias particulares que la realidad de cada país determina, enarbolemos esas banderas que unen al proletariado internacional en la lucha. ¡Solo el triunfo de la revolución y el socialismo engendrará un nuevo mundo, una sociedad de equidad, de bienestar y progreso, la sociedad de los trabajadores!

 

Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista–Leninistas CIPOML

Comité Coordinador

 

1 de mayo, 2022

miércoles, 20 de abril de 2022


 

No a la guerra en Ucrania, no a todo tipo de belicismo


La tensión en Ucrania, que lleva varios meses en la agenda de Europa, se ha vuelto alarmante con la intervención militar que Rusia lanzó en este país desde el aire, la tierra y el mar tras reconocer las dos “repúblicas” autoproclamadas en el este de Ucrania.
La tensión comenzó cuando Rusia se anexionó Crimea y apoyó a las dos “repúblicas populares” autoproclamadas (Donetsk y Lugansk) en el este de Ucrania en respuesta a que Ucrania se volviera hacia Occidente con el “Golpe de Estado del Maidán” apoyado por Estados Unidos y la UE. Y cuando, con el estímulo de EE.UU., la ambición de Ucrania de ingresar en la OTAN y el despliegue de misiles de largo alcance en su territorio estaban sobre la mesa, Rusia ha declarado estas sus “líneas rojas”.
La antigua tensión se reavivó cuando Rusia acumuló un gran número de tropas cerca de Ucrania, y se avivó aún más con su decisión de trasladar tropas a Donbas (Donetsk y Lugansk). Sin embargo, Rusia no se detuvo en Donbass y procedió a destruir la infraestructura militar de Ucrania para obligar a este país y a Occidente a renunciar a sus planes de adhesión a la OTAN, alegando que esto supone un riesgo para la seguridad de Rusia. Los países de la OTAN, especialmente Estados Unidos y el Reino Unido, se contentan con las sanciones económicas (y políticas), que, según dijeron, se intensificarán. Rusia, por el contrario, obliga a Ucrania, cuya burguesía gobernante está dividida desde hace tiempo, a un cambio de postura mediante la presión militar. Rusia parece tener como objetivo persuadir al gobierno de Zelensky a un compromiso que acepte las imposiciones rusas, o provocar un cambio de gobierno que haga exactamente eso.
Hemos sido testigos de una nueva “guerra fría” intensificada por EE.UU. hasta que Rusia reconoció las “repúblicas” del Donbass y lanzó una intervención militar. Estados Unidos y sus aliados cercanos, como el Reino Unido, llevaban sugiriendo desde principios de enero que Rusia invadiría Ucrania, dando incluso plazos aproximados como “pronto” o “en 48 horas”. Aunque la entrada de Rusia en el territorio de Ucrania con sus unidades militares parece haber justificado a los imperialistas occidentales centrados en EE.UU. y el Reino Unido, estos dos países y la OTAN provocaron abiertamente una guerra al insistir en la pertenencia de Ucrania a la OTAN y aumentar la propaganda de una “invasión rusa”.
*
La cuestión de Ucrania concierne ciertamente a este país en particular y a Europa, pero no es un problema aislado. Forma parte de un “gran cuadro”, al igual que el actual problema de Siria, las “guerras comerciales” que Estados Unidos ha iniciado contra China en particular, pero también contra Europa, y más recientemente, el armamento de China de bases insulares artificiales en el Mar de China Meridional, donde Japón y Vietnam también reclaman derechos. El “gran cuadro” es la lucha por la redivisión económica y territorial del mundo entre los principales países imperialistas, con sus propias zonas de hegemonía. Rusia participa en esta rivalidad, primero haciendo retroceder el avance de Occidente en Georgia, y luego enfrentándose frontalmente a él en Siria, y ahora en Ucrania.
Los dos principales actores en la lucha interimperialista por la redivisión del mundo son EEUU y China. Aunque EEUU se ha ido debilitando, mantiene su posición de liderazgo tanto económico como político-estratégico. China avanza a pasos agigantados y ya ha extendido su influencia económica a todos los continentes. Todavía está por detrás de EEUU, pero este país es consciente de que China le superará en un futuro próximo, quizás en una década.
China ha dejado atrás viejos problemas con Rusia y se ha mostrado solidaria. Necesita los recursos energéticos rusos, así como la protección de las armas nucleares rusas como contrapeso a Estados Unidos. Rusia, por su parte, necesita el poderío económico de China. Juntos, suponen una gran amenaza para Estados Unidos.
Frente a China y Rusia, EE.UU. está intentando reunir a sus antiguos aliados europeos, que señalan fuertemente seguir su propio camino y tienden a seguir políticas independientes debido a sus diferentes intereses.
Y Estados Unidos sabe que tiene que defenderse de la amenaza que suponen China y Rusia para su dominio mundial, antes de que China sea demasiado fuerte para ser detenida. Por lo tanto, al mostrarles la punta de un arma, EE.UU. está aplicando una política de poder y está tratando de forzarlos a una batalla antes de que sean lo suficientemente fuertes o retrocedan y acepten sus términos. El hecho de que Rusia no sólo haya enviado tropas a Donetsk y Lugansk, sino que haya avanzado hacia el resto de Ucrania, a riesgo de ser el blanco de la reacción de los pueblos de Europa y de ser acusada de “invasora”, demuestra que tampoco duda en seguir la política de poder.
*
La tensión en Ucrania tiene sentido con este panorama completo.
Estados Unidos quiere dividir el bloque rival y apuntar y reprimir al relativamente más débil rodeándolo. Después de la desintegración de la URSS, EE.UU. tomó medidas para debilitar a Rusia y rodearla, volcando las antiguas repúblicas soviéticas y populares hacia Occidente mediante “revoluciones de colores” e incorporándolas a la OTAN una por una. Estados Unidos y sus aliados cercanos, especialmente el Reino Unido, pretenden aislar a Rusia y obligarla a retroceder rompiendo todos los lazos con los países de la UE y presentándola como una potencia agresiva con tendencia a iniciar una guerra en Europa. Con ello, Estados Unidos también pretende desestabilizar económicamente a Rusia, ya que su principal fuente de ingresos es la venta de petróleo y gas natural.
Si tiene éxito, no sólo hará retroceder a Rusia, sino que también tendrá éxito indirectamente contra China. China es consciente de ello y, aunque ha evitado implicarse de lleno en el problema de Ucrania, se puso al lado de Rusia contra las tácticas de “guerra fría” de Estados Unidos.
Estados Unidos también pretende cortar el flujo de gas de Rusia a Europa, especialmente a Alemania, cuya industria necesita el gas ruso relativamente barato, a través de Nord Stream1 y Nord Stream2. Con ello, Estados Unidos quiere obligar a Alemania, que siempre ha seguido una “ostpolitik” (política oriental) diferente hacia Rusia, y a otros países europeos a cerrar filas con Estados Unidos. Dado que Alemania ha detenido a regañadientes el proceso de aprobación del Nord Stream2 tras la entrada de Rusia en Ucrania, Estados Unidos parece haber tenido cierto éxito, aunque sea temporal. Por otro lado, es obvio que Alemania y Francia, las principales potencias de la UE, también son países imperialistas que persiguen sus propios intereses, se arman para ello, y han hecho que Ucrania cambie de eje con un levantamiento para entrar en la UE.
Al igual que antes Siria y Libia, ahora Ucrania es el escenario del conflicto interimperialista por la redivisión del mundo. En estos enfrentamientos los trabajadores y los pueblos de Ucrania, Siria y Libia participan como tropas y carne de cañón a favor de uno u otro país imperialista, son arrastrados por los diferentes bandos y sufren las consecuencias de la guerra.
*
Ninguna de las partes implicadas en la cuestión de Ucrania sigue una política favorable a los pueblos: ni los Estados Unidos y sus principales aliados, que son las principales fuerzas que persiguen una política de poder, ni Rusia y China, ni los imperialistas europeos encabezados por Alemania y Francia, que no prefieren hoy una guerra total, a pesar de reaccionar de vez en cuando, como en el caso de Rusia en el problema de Ucrania. No se puede apoyar a ninguna de estas partes por ningún motivo. La tesis de que Rusia y China son amigos de los pueblos es tan mentirosa como la idea de que Occidente es el “defensor de la soberanía y la democracia”.
Los pueblos de los países imperialistas que son parte del problema no tienen el menor interés en la política ucraniana aplicada por sus clases dirigentes. Además, los pueblos de todos los países, especialmente los de Europa, sufren el aumento de la inflación, la caída de los salarios, el deterioro de las condiciones de trabajo y de vida -impulsado por el gasto en armamento- y la tendencia creciente del fascismo. A esto hay que añadir las subidas de precios en cadena provocadas por el aumento de los precios de la energía, ya agravadas por los cortes en las rutas de transporte como consecuencia del ataque de Rusia a Ucrania.
Mientras Estados Unidos y sus aliados siguen utilizando apoderados (el régimen de Zelinsky) en Ucrania, el uso directo de las armas por parte de Rusia revela que la lucha interimperialista por la redivisión del mundo se está endureciendo. Al mismo tiempo, esto demuestra la facilidad con la que esta lucha imperialista puede convertirse en un conflicto armado, ignorando por completo la lucha de los pueblos por sus medios de vida.
La clase obrera internacional y los pueblos del mundo están sin duda a favor de la paz, donde puedan trabajar y vivir humanamente sin explotación ni opresión. Nosotros, los comunistas marxistas-leninistas del mundo, cuya única preocupación son los intereses de la clase obrera internacional y de los pueblos, estamos, por supuesto, a favor de la paz. También por esta razón nos oponemos a las intervenciones militares, a las invasiones y a las guerras que encubren y complican la lucha de los pueblos trabajadores de todos los países contra la explotación y la tiranía, así como a la obligación de defender el derecho de cada nación a la autodeterminación. Condenamos el ataque ruso a Ucrania.
La clase obrera y los pueblos de todos los países deben unir sus fuerzas y luchas por el socialismo, exigiendo puestos de trabajo, pan y democracia política, así como el fin de la lucha imperialista por la redivisión del mundo -no limitada a Ucrania- y el fin del ruido de las armas con ese fin.
Rusia debe retirarse incondicionalmente de Ucrania.
¡No más gastos de guerra!
¡Disolver los pactos militares tipo OTAN y retirar las tropas extranjeras de todos los países!
¡Viva la lucha de la clase obrera internacional y de los pueblos oprimidos por el empleo, el pan, la democracia, la paz y el socialismo!


El Comité de Coordinación de la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista-Leninistas.