miércoles, 15 de marzo de 2023


En vísperas de una nueva celebración de la efeméride obrera-feminista del 8 de marzo, nos es menester dar nuestra posición revolucionaria al respecto.

 

El feminismo se remonta a los comienzos del siglo XX, como un movimiento social y político que buscaba la igualdad sociopolítica entre hombres y mujeres. Esto de por sí no es algo negativo y sería un error negar el machismo inherente que ha existido en Occidente desde la formación de la familia nuclear que denunciara Engels en sus escritos "El origen de la familia, la propiedad privada y el estado". No obstante, mientras las feministas en occidente se enfrascaban en una lucha sufragista en pos de las mujeres aristócratas, mujeres como Alexandra Kolontai, Clara Zetkin y Rosa de Luxemburgo, entre otras, denunciaban el carácter elitista y burgués de este movimiento y daban testimonio de los beneficios que traía por otra parte la instalación de un modelo de producción socialista que en la práctica si demostró una mayor igualdad entre hombres y mujeres al ser la URSS uno de los primeros países en derogar el aborto, en tener paridad parlamentaria entre hombres y mujeres y aún más, despenalizar la homosexualidad.

Es claro que en la sociedad aún existen remanentes patriarcales del capitalismo monopolista e imperialista del siglo XIX y XX respectivamente. Pero el feminismo de la tercera y cuarta ola en la actualidad significa un claro retroceso popular al poner el género en primer lugar y quitarle protagonismo al carácter de clase que la lucha obrera debe tener. Sin ir más lejos, el feminismo liberal se ha adueñado de una fecha obrera, puesto que las mujeres que dieron su vida protestando eran mujeres pobres y trabajadoras que dieron su vida en búsqueda de la superación de las contradicciones capitalistas. El carácter de la revolución ha sido y debe continuar siendo de clase.