El
estallido social de octubre del 2019 nos dejó varias lecciones sobre cómo se
desarrolla la lucha de clases, movilizaciones que no veíamos desde las
protestas nacionales de 1983 contra la dictadura cívico militar. Fuimos
testigos de cómo la acumulación del descontento expresadas en diversas
movilizaciones por reivindicaciones concretas, siendo las más emblemáticas: La Revolución
Pingüina (2006), las protestas contra las termoeléctricas (2010),
NO+AFP (2017), fueron tomadas por la socialdemocracia y el Partido Comunista con
la promesa de llevarlas al parlamento y darles una solución institucional, pero
que terminaron en discusiones eternas hasta desaparecer. Descontento y
frustración que se acumuló por años hasta estallar en una ola que hizo temblar
el sistema capitalista, finalmente la acumulación de las demandas insatisfechas
dio un salto cualitativo sacando a la calle a millones en todo el país.
El
desarrollo de las movilizaciones partió de manera espontánea sin una dirección
visible, fue obvio el rechazo a cualquier tipo de organización y partido
político, una reacción natural después de años de manipulación de las demandas
populares para su beneficio, en el caso del PC usándolo como moneda de cambio
para obtener cuotas de poder.
Por su
parte la izquierda demostró su incapacidad para dirigir un proceso
revolucionario, ya sea por la falta de una propuesta programática que
interpretara al pueblo o por la escasa presencia en los sindicatos y territorios,
plegándose al final del proceso sin ninguna influencia. El protagonismo lo
tomaron los jóvenes organizados en “La Primera línea” y las “Brigadas de
Primeros Auxilios” formadas por trabajadores de la Salud y estudiantes, si bien
estas estructuración espontanea jugaron
un papel importante no pasaron la etapa de resistencia, luego del finde las
protestas y su disolución, derivaron en la formación de múltiples grupos
políticos de carácter inorgánico sin una propuesta clara, solo la
reivindicación del Estallido Social y la preparación del próximo alzamiento
popular.
La
falta de dirección proletaria fue clave para que el Estallido Social no se
convirtiera una situación revolucionaria, la participación de los sindicatos
fue casi nula, condición fundamental para avanzar en un proceso de
radicalización y enfrentamiento contra el Estado Burgués. Por el contrario, la Mesa
Social formada en su mayoría por los gremios de los trabajadores públicos y
sindicatos controlados por la burocracia sindical de la Central Única de
Trabajadores en manos del Partido Socialista y el Partido Comunista, trataron
de convertirse en los interlocutores validos de la protesta para dialogar con
el Gobierno Empresarial de Piñera, pero su desprestigio entre los trabajadores
y el pueblo hizo fracasar sus planes.
Finalmente
el movimiento ya desgastado y desacreditado ante el pueblo por la acción
violenta sin sentido de grupos anarquistas mesclados con el lumpen, permitió
que Piñera fuera rescatado del caos por todos los partidos representados en el
parlamento, llamando a una Convención Constitucional, o sea, una Asamblea
Constituyente de fantasía, a la que finalmente suscribe el PC y a la que poco a
poco se fueron sumando los partidos de izquierda, que en un principio se
opusieron a la Convención levantando la Asamblea Constituyente. Y otros que
aspiran a reemplazar al PC como líder de la izquierda en el juego electoral,
sumándose a la campaña del APRUEBO postulándose como candidatos a la Convención
Constitucional sin ningún resultado, volviendo a levantar la Asamblea
Constituyente como verdadera instancia democrática, demostrando su falta de
coherencia e incapacidad de proponer una alternativa al pueblo.
Después
de dos años de vivir bajo la dictadura de Piñera, disfrazada por la pandemia
COVID-19, que a través del Estado de Excepción y Catástrofe, ha permitido
contener cualquier tipo de protesta, la entrega de bonos focalizados en los
sectores propensos a manifestarse de forma violenta, la presión económica y
política contra el movimiento sindical, así como el retiro de los fondos de
pensiones para paliar la crisis, haciendo que los trabajadores se metan la mano
al bolsillo y poder sobrevivir, a logrado dominar la situación, transformando
en un recuerdo el Estallido Social para la mayoría y pasando a segundo plano la
Convención Constitucional, opacada por escándalos éticos y falta de
organización, frente a la discusión de
los nuevos retiros de las AFP y las elecciones presidenciales.
Estos
factores muestran la capacidad de reinvención y sobrevivencia del sistema
capitalista, sobre todo por el apoyo de la Social Democracia, no solo expresada
en la Ex Concertación, sino también en el Frente Amplio y el Partido Comunista,
que terminaron avalando el proceso constituyente y en el caso del FA, las leyes
represivas contra el pueblo en lucha, lo que permitió descomprimir la presión
social, encauzando la rebeldía popular nuevamente hacia el aparato burocrático
empresarial que domina al Congreso.
Otra
parte de la izquierda revolucionaria se niega a aceptar esta derrota y trata de
revivir el Estallido Social con llamamientos a protestas nacionales que no
tienen respuesta y que terminan en barricadas donde la población no participa.
Es necesario entender que los procesos sociales no se repiten, las alzas
revolucionarias corresponden a situaciones político, económicas e históricas
concretas, que no pueden ser trasplantadas. Seguir con la idea de revivir un
proceso revolucionario por la sola voluntad no llevara al pueblo nuevamente a
las calles. Entender este proceso es fundamental para empezar a construir una
alternativa revolucionaria y avanzar hacia un Gobierno Popular, que lleve a los
trabajadores al poder y detenga cualquier intento de los monopolios y el
imperialismo de derribarlo.
Las
lecciones son claras, siempre es el proletariado, los trabajadores quienes deben
dirigir el proceso revolucionario ya sea durante la etapa democrático-burguesa
con el Gobierno Popular hasta el enfrentamiento directo con la burguesía en la
Revolución Democrática Popular. Sin esta
dirección organizada en un partido de vanguardia formado por los trabajadores
conscientes, guiados por el marxismo-leninismo, sin la formación de un Frente Revolucionario
que abarque a todos los sectores del pueblo, es inviable conquistar
el poder.
La
historia del movimiento obrero en Chile ha sido testigo en más de una ocasión
de esta falencia. “la Protesta de la Chaucha” 1949, durante la dictadura de
Gonzales Videla, declaro el Estado de Sitio con un saldo de 30 muertos, la
protesta se disolvió a los dos días. “La Batalla de Santiago” durante el
gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, saco al Ejército a la calle provocando
veinte muertos. El “Golpe cívico-militar de 1973” que termino con el proyecto
del Gobierno Popular de Salvador Allende. Las “Protestas Nacionales” 1983, que
saco a millones de chilenos a la calle y dio paso a la formación de grupos de
autodefensa armados, los que no lograron derribar a la dictara por la
influencia de la teoría del “Foco Guerrillero”, que los alejo de la
insurrección popular.
Todos
estos acontecimientos que pudieron convertirse en una revolución que llevara a
los trabajadores al, poder y a desplazar definitivamente a la burguesía,
terminaron en fracaso. En todos estos casos el papel de vanguardia la cumplía
el Partido Comunista, que se negó ha asumir su papel y al camino de la
insurrección opuso la conciliación de clases.
Hoy,
luego de dos de los acontecimientos del 18 de octubre de 2019. Analizando en
profundidad su desarrollo, clímax y termino, las conclusiones son claras.
Nuestro
trabajo debe estar enfocado en la organización de los trabajadores en
sindicatos clasistas con vocación de poder.
Debemos
terminar con el sectarismo que impide avanzar a la izquierda a la conformación
de un frente revolucionario, que se convierta en alternativa real para los
trabajadores y el pueblo.
El
movimiento social quedo fragmentado luego del 18-O, es tarea de la izquierda
revolucionaria volver a encauzar el movimiento popular en un proyecto de cambio
radical, hacia el Gobierno Popular y la Revolución Democrática Popular.
Este
trabajo no será fácil ni a corto plazo, pero es absolutamente necesario para
salir del letargo, el aislamiento de los trabajadores y construir la
alternativa que destruya el Estado Capitalista.